Bicentenarios

 

Fray Servando Teresa de MierFray Servando Teresa de Mier

El sacerdote católico José Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra nació en Monterrey el 18 de octubre de 1765, y falleció en la ciudad de México el 3 de diciembre de 1827. Miembro desde muy joven de la Orden de Predicadores, el 12 de diciembre de 1794 pronunció un famoso sermón en el que sostuvo que ya antes del descubrimiento un apostol Santo Tomás, al que identificó con Quetzalcóatl, habría evangelizado por tierras americanas con la ayuda de la Virgen María... Como es natural fue apartado por sus superiores, y recluido en el convento de Las Caldas, en Santander, y luego en Burgos, de donde escapó en 1801 a Bayona, estableciéndose luego en París. En 1802 dejó la orden dominicana, convirtiéndose en clérigo secular; más tarde el Papa le nombraría prelado particular suyo. Intervino activamente en muchos frentes durante el agitado primer cuarto del siglo XIX.

José Guerra • Fray Servando Teresa de Mier

Historia de la revolución de Nueva España, antiguamente Anáhuac, o verdadero origen y causas de ella con la relación de sus progresos hasta el presente año de 1813

En la Imprenta de Guillermo Glindo, Londres 1813, fragmentos páginas 291-312.

[Miguel Hidalgo en Dolores]

«Don Miguel Hidalgo, natural también del Obispado de Valladolid de Mechoacan, había hecho en el Seminario de su capital sus estudios Teológicos con tanto lucimiento, que el Cabildo eclesiástico, su Mecenas, en unas tesis que sostuvo públicamente, le regaló 4 mil ps. fs. para ir á recibir el grado de Doctor Teólogo en México. Los malbarató antes del viaje; pero no dejó de obtener sucesivamente dos curatos de los más pingues del Obispado, de que el último de la villa de Dolores, poblada de 18.000 almas lo menos, le redituaba de 10 a 12 mil duros. Su genio había sido siempre emprendedor. Así había establecido en las escuelas de su curato lecciones, segun dicen, de lengua francesa, acreditó una fábrica de bella porcelana, y puso otra de tejidos de seda de gusanos que él mismo criaba, cosa allá tan rara como que estaba prohibida. El Obispo electo de Valladolid le solía llamar el cura de los curas, y aun en el mismo edicto (así llaman allá a los Pastorales de los Obispos) en que después le excomulgó confiesa, que hasta el tiempo de la insurrección había tenido todo su aprecio y confianza. Se cuenta, que, pidiéndole nuevos gusanos de seda, porque los que le había enviado, habían muerto, Hidalgo le respondió: no se le dé cuidado a V. S. Ilma, que dentro de dos meses le traeré acá tal gusanera que no ha de poder entenderse.

Aludía sin duda a la revolución, cuyo plan concertaba con Allende. Cual fuese precisamente no se sabe hasta hoy: solo se dice que el día 1º de noviembre del mismo año debía verificarse por una sublevación simultánea en toda la Nueva España; proyecto atrevido, y que solo hubiera podido ocurrir a la imaginación por existir apurado el sufrimiento de los regnícolas con la tiranía del gobierno peninsular y Mexicano, que renovaron las heridas de 300 años, y encendieron [292] un odio increíble entre los Europeos siempre atendidos y privilegiados, y los Americanos siempre oprimidos y postergados, ahora insultados y maltratados. Pero abortó el plan por la confesion en el artículo de la muerte del Canónigo de Valladolid Iturriaga, cómplice en la conspiracion, al cura de Querétaro Gil, criollo conocido por su sandez y mogigatería, que descubrió lo que sabía, y supieron los Oidores.

La prision clandestina y misteriosa, que estos mandaron hacer a los Europeos del Corregidor Domínguez, alarmó a todo el mundo por ser de un criollo tan calificado y estimadisimo; Allende, que estaba en San Miguel el Grande, conoció su peligro por este murmurio público, o tal vez, por que su mismo jefe Canal le avisó de la orden que había recibido de México para prenderle (* Su prision, dijo él mismo a García Conde, se había resuelto por solo haber hecho crítica de 2 gazetas del gobierno). No debía perder momento, y ganando a su favor 50 soldados de su compañía, salió con ellos el día 13 de septiembre por la noche de aquella villa para Dolores, reuniendo con sus discursos en el corto camino de siete leguas 800 hombres para ir, les decía, a libertar de la prision al Corregidor Domínguez, y con los cuales llegó al amanecer a la parroquia de Hidalgo.

«Este hombre, dice el autor del bosquejo, que es astuto, habil y atrevido, congregó el pueblo y los indios en la plaza. Persuadió la tiranía del actual gobierno, su ilegítima autoridad estando cautivo el soberano, la intencion de subyugar este país a la Inglaterra o a la Francia, y con exclamaciones de viva Fernando 7º y la Virgen de Guadalupe, cuya imagen se venera con particular devoción en este reyno, procuró encender la tea de la discordia y horror a los Europeos, aprovechándose astutamente de la aversion [293] natural de todo criollo contra el europeo, declarando a estos la guerra a sangre y fuego.

«Consiguientemente fueron las primeras víctimas de esta infame revolución los Europeos del pueblo de Dolores que fueron sorprendidos; y en seguida reunido ya Allende al corto número de gente que pudieron sacar de aquel pueblo, se dirigieron a la villa de San Miguel el Grande, y la levantaron del mismo modo, cometiendo las mismas atrocidades.»

Ya en estos §§ no es exacto el autor: como escribió tan recientes los sucesos, siguió los rumores falsos que esparce siempre la fama, sin haber tenido tiempo de aclarar la verdad. Es cierto que el cura convocó al pueblo y le arengó; pero atacándole por el flanco debil, esto es, el recelo que tenía de ser entregado a los franceses por el gobierno de los europeos.» Hoy, decía, debía ser mi primer sermon de desagravios (especie de cuaresma que se acostumbra en Nueva España comenzar el día 14 de septiembre) pero será el último que os haga en mi vida. No hay remedio: está visto que los Europeos nos entregan a los Franceses: veis premiados a los que prendieron al Virrey y relevaron al Arzobispo porque nos defendían, el Corregidor porque es criollo está preso; ¡adios religion! sereis Jacobinos, sereis impíos: ¡adios Fernando 7º! sereis de Napoleón. –No padre, gritaron los Indios, defendámonos: viva la Virgen de Guadalupe! ¡viva Fernando 7º! –Vivan pues, y seguid a vuestro cura, que siempre se ha desvelado por vuestra felicidad.

Siguióle en efecto alguna cincuentena, y salieron todos con él y Allende para San Miguel, villa de más de 10 mil almas; pero es falso que en Dolores se procediese en nada contra los Europeos. De allí a una legua el primero que sufrió la fuerza fué un Vizcayno, a quien en calidad de [294] empréstito a que los obligaba la necesidad, exigieron 30 mil duros: algún más desorden sobre esto dicen que hubo en San Miguel, no porque se autorizase, sino porque la multitud, que a cada paso y en cada lugar se multiplicaba con las arengas y discursos, siempre se desmanda al pillaje que puede. En Zelaya estaba el regimiento de infantería de su nombre, y pensando en defenderse al modo que habían oído haberse practicado en la península, comenzaron a formar ciertas murallas de paja y algodón; pero conociendo su futilidad, rogaron a su Coronel que amaban se retirase a Querétaro, adonde le fueron escoltando 200. El resto se unió a los insurgentes, como la mayor parte de otro de caballería del Príncipe que creo estaba en Salamanca. De allí debían volver a Querétaro para libertad al Corregidor. […] [295]

Esa misma hace inexacto al autor sobre lo ocurrido en Goanaxoato. Los insurgentes sin haber hecho en ninguna parte los robos y atrocidades que se les levanta, porque yo las referiría como mencioné el empréstito extorqüido al Vizcayno, llegaron a Goanaxoato, cuya posicion entre rudas montañas es sumamente militar, y por lo mismo su defensa facil con poca fuerza; pero las tropas con que para aquella [296] contaba Riaño se pasaron a los insurgentes, y solo algunos pudientes europeos y criollos quisieron hacerse fuertes en la Alhóndiga, donde Hidalgo les intimó la rendicion repetidas veces aun por escrito, porque dicen deseaba salvar la vida a Riaño su amigo. El que le llevaba la carta fué muerto, y los atrincherados tuvieron la locura de responder a las intimaciones con fuego por las troneras. Correspondióseles, y muerto Riaño (no se sabe por quien, si de a fuera o de adentro de la alhóndiga, donde se le encontró tendido, sin que otro de los suyos le acompañase en igual disgracia) se entregaron a discrecion, y se les dejó en el mismo edificio a título de prisioneros, que despues se aumentaron hasta el numero de 200. No se derramó la sangre de estos, sino de los que combatieron en el ataque, aunque fué poca, y esta es la primera vez que corrió desde el principio de la insurrección, porque en ninguna otra parte se opuso resistencia, e Hidalgo mostró siempre un empeño constante en evitar su efusión, fuese de indigenas o Europeos: lo demás es calumnia. [...] [309]

Don Manuel Abad y Queipo, aunque por otra parte hombre de mérito, como Obispo electo de Mechoacán, donde se había abierto el teatro de la insurrección, rompió antes que todos la campaña, armado todo de rayos y centellas. [...] [310] Este es el Obispo que en el día 24 de septiembre escribe al virrey desde Valladolid:

«Anoche supimos que el Cura de Dolores y sus secuaces han ocupado Zelaya Salamanca e Irapuato. Y viendo la facilidad con que seduce loA pueblos me ha parecido conveniente excomulgarlo en los términos que se contiene en el edicto que formé esta mañaña y acompaño V. E. para que si es de su agrado se circule en la gazeta de México.» En la extraordinaria de 28 de septiembre 1810, en que se publicó, se añade: «que S. E. recibió con la mayor complacencia esta justa resolución, tan propia de la sabiduría y zelo de tan digno y benemérito prelado, y se ha servido responderle con las expresiones correspondientes a una demostracion tan brillante del zelo, virtud, fidelidad y patriotismo que le caracterizan.» Veamos pues la pica que el Obispo puso en Flandes para merecer estos elogios.

«El cura de Dolores Don Miguel Hidalgo (que había merecido hasta aquí mi confianza y amistad) asociado de los capitanes del regimiento de la reina Don Ignacio Allende, Don Juan Aldama y Don José Mariano Abasolo, seduciendo una porción de labradores inocentes les hizo tomar las armas y cayendo con ellos sobre el pueblo de Dolores el 16 del corriente al amanecer, sorprendió y arrestó los vecinos Europeos, saqueó y robó sus bienes; y pasando después a las siete de la noche a la villa de San Miguel el Grande, ejecutó lo mismo, apoderándose en una y otra parte de la autoridad y del gobierno. El viernes 21 ocupó del mismo modo a Zelaya, y según noticias parece que se ha extendido ya a Salamanca e Irapuato. Lleva consigo los Europeos arrestados y entre ellos al sacristán de Dolores, al cura de Chamacuero y a varios religiosos Carmelitas de Zelaya, amenazando a los pueblos, que lo ha de degollar si le oponen alguna resistencia. E insultando a la religion, a nuestro soberano Fernando 7º y a nuestra Señora, que es un sacrilegio gravisimo, pintó en su estandarte la imagen de nuestra augusta patrona nuestra Señora de Guadalupe, y le puso la inscripcion siguiente: Viva la Religión. Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América. Y muera el mal gobierno.

«Usando pues de la autoridad que ejerzo como Obispo electo y gobernador de esta mitra: declaro que el cura de Dolores y sus secuaces los tres dichos capitanes son sacrílegos, perjuros, y que han incurrido en la excomunión mayor del canon: Si quis suadente diabolo: por haber aprisionado y mantenido arrestados al dicho sacristán, cura y religiosos. Los declaro excomulgados vitandos, prohibiendo que ninguno les dé socorro auxilio y favor bajo la pena de excomunión mayor latae sententiae, en que desde ahora para entonces declaro incursos a los contraventores: como igualmente a la porción del pueblo que trae seducido con títulos de soldados y compañeros de armas, si no le desamparan y [312] se restituyen a sus hogares dentro del tercero día siguiente inmediato al que tuvieren noticia de este edicto: y a todos los que voluntariamente se alistaren en sus banderas, o que de qualquier modo le dieren favor y auxilio. Item declaro que el dicho cura Hidalgo y sus secuaces son seductores del pueblo y calumniadores de los europeos.»

 

 
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