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El Despertador Americano

Correo político económico de Guadalaxara
del jueves 20 de diciembre de 1810

Número 1 · páginas 1-10

...Ergo fungar vice cotis, acutum
reddere quae ferrum valet, exsors ipsa secandi.
Horat.

A todos los habitantes de América

¡Europeos establecidos en América! desde el principio de la invasión de la Monarquía por los Franceses, no habéis cesado de darnos las más fuertes, las más violentas sospechas de que sois Reos {a} de alta traición. Desde aquella época azarosa, habéis estado repitiendo incesantemente a la faz del Mundo entero los juramentos más solemnes de vencer, o morir por la Religión, y por Fernando, atacados juntamente por los Vándalos modernos; y os habéis empeñado al mismo tiempo con una obstinación inaudita a permanecer indefensos: habéis jurado conseguir un fin; y os habéis resistido a adoptar los medios únicos conducentes a su logro: haciendo de este modo vano e ilusorio uno de los actos más sagrados [2] de la Augusta Religión que profesamos, o burlándoos descaradamente de Dios, y de los hombres. ¡Perjuros! sólo habéis tratado de adormecernos, y de engañar nuestro candor. Es verdad, que al principio de tan violenta crisis, vuestra conducta desleal no se manifestó desde luego en toda su abominación. El estado inerme del Reino parecía disculpable, suponiendo que, contentos con nuestros sacrificios pecuniarios, fiabais la defensa de nuestros más caros intereses religiosos y sociales al valor de los hijos de la Metrópoli, y a los esfuerzos de las Potencias Aliadas. Los primeros sucesos del Pueblo Español contra el poder colosal del Tirano, lisonjeándonos con las más halagüeñas esperanzas de una completa y final victoria, nos hacían descansar en el denuedo, magnanimidad e intrepidez de Pueblo tan virtuoso y tan guerrero, y justificaban el reposo e inacción de las Colonias. Pero luego que los Sabios, los Políticos de España, esto es, los traidores, so color de templar la demasiada impetuosidad del Pueblo, y de sujetarle a una Táctica, que sólo se aprende con el tiempo, no hicieron más que amortiguar su militar ardor, y prepararle a sus futuras derrotas: cuando enjambres numerosos de Conscriptos inundaron la Península, para atrapar la presa que se escapaba, y cubrir la vergüenza de los Invencibles derrotados: cuando Provincias enteras se sometieron por sí mismas al yugo, y comenzaron a prevaricar las primeras columnas de la Nación: en fin, cuando el Austria hubo aceptado su vergonzosa Paz, y ocupada por el Intruso Sevilla, sin disparar un cañonazo, la misma Junta Central en masa zozobró en el diluvio de la común deslealtad, ¿no amenazó a las posesiones coloniales el más evidente peligro de ser arrebatadas de tan impetuoso y desecho torbellino? ¿no debimos los Americanos, en desempeño de la fe jurada, tomar luego una actitud guerrera, y ponernos en un respetable estado de defensa? ¿había otro arbitrio de precaver una invasión Galo-Hispana, que el de prepararse a rechazarla con las armas, según la trillada máxima: si vis pacem, para bellum? Las miras del Tirano eran notorias, los papeles más sediciosos, las más incendiarias proclamas penetraban hasta las más [3] remotas Provincias del Reino, sembrando, para corrompernos los medios más poderosos de la seducción. En coyuntura tan inminente y tan crítica, no correr a las armas ¿no era un manifiesto crimen contra la Religión, y el Estado? Y si vuestras relaciones con los dominados por el Usurpador, si vuestra larga mansión en este país de delicias, que disfrutáis vosotros solos, si vuestra molicie y afeminamiento, efecto de vuestro inmoderado lujo y excesiva riqueza, si vuestra feroz e insaciable codicia, si vuestro invencible apego a vuestros tesoros no os permitían abandonar la sombra de vuestras moradas, para arrostrar el sol ardiente, y asoladoras plagas de nuestras Costas Marítimas, a fin de guarnecerlas contra toda irrupción enemiga ¿por qué habéis querido privarnos a nosotros {b} esta defensa, a nosotros más aptos para ello como al fin endurecidos en la adversidad y los trabajos? ¿Por qué habéis querido hacernos cómplices de vuestros execrables perjurios? ¿por ventura la Religión Cristiana no prescribe unas mismas obligaciones y deberes al Europeo, que al Americano? ¿sólo el Gachupín estará obligado a derramar su sangre por su Fe, y no lo estará el Criollo igualmente? ¿o los franceses sólo serán enemigos de la Religión en España, y protectores de sus Dogmas en el Imperio Mexicano? Si sois consecuentes a los principios de que siempre habéis hecho tanto alarde, o confesad de buena fe la justicia de la Causa Americana, y la necesidad estrecha que Dios y la Patria, la Religión y Estado, la conciencia y el honor nos imponen de tomar las armas para defender lo que más amamos sobre la tierra; o bien quitaos de una vez la máscara, y publicad sin rebozo que todas vuestras declamaciones contra la impiedad francesa no han sido más que calumnias, imposturas y ardides de vuestra política. ¡Santo cielo! ¡y que haya [4] mentecatos entre nosotros, que se dejen seducir y alucinar sobre la justicia de nuestra común Causa, y duden aún desenvainar la espada para sostener los derechos sacrosantos del Altar, y de la Patria! ¡que no falten almas mercenarias y viles que por un mezquino salario, debiendo esperar más de nosotros, se vendan a nuestros implacables enemigos, para derramar la sangre de sus hermanos que han acudido a las armas, no para quitar la vida a los Europeos, como lo hacen ellos {c} con nosotros, sino sólo para manifestarse verdaderos hijos de la Iglesia, y defensores ardientes de su Patria!

¡Nobles Americanos! ¡Virtuosos Criollos! ¡celebrados de cuantos os conocen a fondo por la dulzura de vuestro carácter moral, y por vuestra religión acendrada! despertad al ruido de las cadenas que arrastráis ha tres siglos: abrid los ojos a vuestros verdaderos intereses, no os acobarden los sacrificios y privaciones que forzosamente acarrea toda revolución en su principio, volad al campo del honor, cubríos de gloria bajo la conducta del nuevo Washington que nos ha suscitado el Cielo en su misericordia, de esa Alma Grande, llena de sabiduría y de bondad, que tiene encantados nuestros corazones con el admirable conjunto de sus virtudes populares y republicanas. Coronaos de nuevos laureles, acabando de destrozar al enemigo, o forzándole a adoptar nuestros designios saludables y patrióticos. Fortificad los puertos, guarneced los puntos todos de una y otra Costa, por donde puedan invadirnos los Galos. Avivad vuestro valor, y vuestra Fe a vista de los señalados triunfos, con que hasta aquí os ha premiado el Gran Dios de los Ejércitos. Volved los ojos al Pontífice Santo de Roma, al Paciente y Venerable Pío, [5] aherrojado por los opresores de la España, que os clama desde lo profundo de su calabozo, para que conservéis en América un asilo a la Religión de Jesucristo, fugitiva de la Europa, y amenazada {d} de un total exterminio por los Napoleones.

¡Hermanos errantes! ¡Compatriotas seducidos! no fomentéis una irrupción de los Españoles afrancesados en vuestra Patria, que la inundarían de todos los horrores del vandalismo, y de la irreligión: los mismos Europeos que entre nosotros habitan, por sus enlaces de todo género con los Renegados, favorecen abiertamente esta irrupción, y aspiran a ella con descaro manteniendo el Reino indefenso. ¡Ciegos! al resistir a vuestros hermanos y libertadores, resistís a vuestro propio bien: os remacháis vosotros mismos la cadena de la servidumbre, desgracia indefectible que os anuncia hasta el título mismo del traidor, y sanguinario Conde que os conduce a nuestra común destrucción. Lo más sensible es, que después de todo, en la amargura y peso de vuestra opresión no tendréis el consuelo de la Religión Católica, que en la pérdida de vuestra libertad y demás bienes temporales os alentaría con la esperanza de los eternos. Porque desengañaos, pervertidos Americanos, todos los países dominados por los Monstruos que abortó la Córcega tarde o temprano han de ser tocados del contagio del Ateísmo que profesan, y han diseminado aquellos Déspotas.

¡Generosos Ingleses! ¡Nación incomparablemente justa, y profundamente política! Nosotros somos ahora los verdaderos Españoles, los enemigos jurados de Napoleón y sus secuaces, los que sucedemos legítimamente en todos los derechos de los subyugados que ni vencieron, ni murieron por [6] Fernando. El Honor, la Política, los intereses de vuestro comercio, y vuestros más solemnes empeños, todo os estrecha a continuarnos vuestra poderosa {e} Alianza. Con el auxilio de vuestras Escuadras, acaso no distará mucho el venturoso día, en que el Águila Mexicana destroce las rapaces Águilas que han asolado la Europa, y van a encarnizarse contra el Asia.

¡Americanos del Norte! ¡Pueblo honrado, frugal, laborioso, conocido en todo el resto del Globo por tu amor a la humanidad y la justicia, enemigo irreconciliable de todos los Tiranos, Apóstol perpetuo de la fraternidad y de la unión! Tú, tú eres el Amigo más seguro, el Aliado fiel que nos ha destinado la naturaleza, estableciéndonos en un mismo Continente. Tú eres nuestro modelo y nuestro recurso, tus intereses son los nuestros, de tí esperamos los más prontos y abundantes socorros para acabar de aniquilar el Despotismo atroz. Ambos unidos seremos capaces de pacificar la tierra, y de hacerla feliz con nuestros tesoros, nuestra moderación y nuestra filantropía.

México, Noviembre 4 de 1810. A consecuencia del manifiesto que el Exmo. Señor Virrey de esta Nueva España ha dirigido a sus habitantes, lleno de aquella pura sinceridad que caracteriza a un jefe que ha merecido la augusta confianza del Supremo Consejo de Regencia que actualmente nos gobierna, se presenta otra prueba irrefragable, que [7] corrobora el objeto del expresado manifiesto, en que trata de indemnizar la conducta del gobierno en orden a la inicua impostura con que Hidalgo y sus secuaces han alarmado a los pueblos, suponiendo que estos dominios se quieren entregar al Inglés u otra potencia extranjera.

Vamos pues a publicar de orden del mismo Señor Exmo. un testimonio, que al mismo tiempo que convence de la sinceridad y pureza que dirige las operaciones del gobierno en orden a la estrecha unión de las Américas con su Metrópoli, manifiesta igualmente la nobilísima generosidad, y buena fe con que procede nuestra íntima aliada la Gran Bretaña penetrada justamente de la justicia de la causa que sostienen los Españoles, y abismada del heroísmo, fortaleza y constancia con que la continúan, sin ceder a los horrorosos debates con que indica el tirano las últimas convulsiones de su orgullo.

Podemos repetir a nuestros paisanos, llenos de la más pura confianza, que cuando aquella nación heroica pelea por la sagrada libertad sostiene inviolablemente los derechos de la naturaleza, y con estos nuestra reunión a la Metrópoli, y nuestra verdadera libertad, no aquella idea quimérica que predican los insurgentes, sino aquella libertad santa que tenemos ya en nuestras manos desde el momento mismo en que fueron nombrados nuestros representantes en cortes al congreso nacional en que nosotros mismos por medio de ellos, hemos de sancionar nuestras leyes, y hemos de arreglar nuestros intereses sin que se nos pueda coactar el poder ejecutivo, ni ninguna otra persona o corporación; pues sólo ha de obrar nuestra voluntad general, ya como conciudadanos de aquellos héroes de la libertad, y ya como cooperadores con nuestros sacrificios a la grande empresa de su restauración.

Esta es la verdad pura que está hablando sin cesar a los hombres de bien, y que acusa incesantemente a los viles autores de la insurrección, cuya inicua impostura queda sobradamente descubierta por medio del predicho testimonio, que literalmente copiamos aquí de la gaceta de la Regencia de 17 de agosto. [8]

Pero antes de que V. se tome la molestia de copiar el predicho testimonio, tenga la paciencia de oír las notas de un Comentador Tecomate a la oración preparatoria que antecede.

Comentario

Manifiesto. Estamos impacientes por haberle a las manos para hacer de él la correspondiente anatomía, protestando a nuestros lectores que aunque carecemos de un buen Microscopio, no por eso dejaremos de operar, con respecto a que todo cuerpo español por lo común, y principalmente cuando está agitado de la bilis, aparece hinchado y de fuerte musculatura.

Virrey. Nombre santo y respetable, que impone y causa una profunda impresión a todo Americano. Ayer nací yo, y he visto dos Virreyes, que se llevaron a la Madre Patria, el uno veinte millones, y el otro nueve. De otro me contaba mi Abuela que, en tiempo del mejor Ministro que ha tenido la España, con arbitrios honestos y decorosos, como poner Panadería, Carnecería, Confiturías & rejuntó hasta once millones: y acusado de ello en su regreso a España por sus émulos, le dijo el Ministro: Se os acusa de haberos traído de Nueva España once millones: ¡pobre de Vos sino es cierto! seréis infaliblemente perdido. Como sólo se habla de la Suprema Magistratura, no haremos aquí el elogio a los SS. N. N. N. de los cuales el primero se aplicó 18.000 pesos que recibió para pago de las Tropas que condujo a la Zarra Zarra de la Barca, y los otros barrieron con el dinero de los Ramos que administraban. De la lealtad del Señor Venegas, nada diremos, por haber purgado plenamente del reproche de Josefismo contra las calumnias del Duque del Infantado.

Pura sinceridad. Respirándola ha estado toda la conducta del Gobierno Hispano Mexicano en estos tiempos turbulentos: llenas están de ella las Exhortaciones y Pastorales cristiano bélicas, llenos los Manifiestos de los Magistrados, llenas las Gacetas y todos los papeles públicos. ¡Americanos [9] para vosotros la verdad ha sido un artículo de contrabando!

Inicua impostura. De acuerdo: a lo menos un particular en una carta privada, que después se ha publicado, exhorta a los Americanos a que se unan y no tornen unos contra otros las armas, y se expongan a una invasión de extranjeros. Nosotros hemos estado en el craso error de creer que el descontento general de los Americanos por la última conducta de su Gobierno, es la causa de la Revolución.

Hidalgo. Nosotros no le tratamos con tanta llaneza; pero S. A. Serenísima, prendado de vuestra urbanidad, y reconocido a los favores que le dispensáis, no tardará en ir a haceros un cumplimiento de gracias al frente de 80.000 Tecomates, y una friolera de cien cañones. Y cuidado, que los tales tecomates pueden llevar fuego adentro, y suceder lo que con los Cántaros de Gedeón.

Nuestra íntima &c. En efecto ya hemos visto los socorros que en estos tres últimos meses os han ministrado nuestros íntimos Aliados; pero fuera ironías. Gachupines de México, aún es tiempo de conjurar la tempestad que os amenaza, y de salvaros de una total indefectible ruina. Reconoced la justicia, y tamaño de nuestros agravios: tratad de reconciliaros luego con unos enemigos generosos y humanos que os aguardan con los brazos abiertos. Si el rencor que nos tenéis, no os permite dar este paso saludable, único y último recurso de vuestra salud, muevaos a ello el absoluto abandono en que os halláis en la agonía de vuestra desesperación. Esos pocos criollos que traéis o comprados o forzados, desertarán bien pronto, o serán víctimas de nuestra venganza. Por no derramar su sangre, y la vuestra, estamos aún detenidos, dando lugar a que calmen los furores de las insensatas pasiones. Del poder de Napoleón, el mayor de todo el mundo, os priva la inmensidad del Océano; y acaso primero que él, tendremos nosotros Marina. Los Ingleses obrarían contra sí mismos, faltarían abiertamente a aquel espíritu de combinación y de cálculo de que los dotó el [10] Eterno Geómetra, si os franqueasen el más ligero auxilio. Así que, perdidos sois sin recurso, si no imploráis nuestra clemencia y desarmáis nuestra cólera encendida hasta quebrantar toda cerviz enemiga, y asegurar la existencia religiosa, y civil de la Patria.

Derechos de la Naturaleza. Habláis sin duda de la Hispana, según la cual los Hijos españoles queréis sigan la suerte de los Padres Españoles: pero nosotros que somos de naturaleza Americana obramos conforme a los intereses de ésta con arreglo al precepto de la caridad cristiana que dice, primum mihi.

Verdadera libertad, no aquella idea quimérica &c. La libertad de romper todas las trabas de la industria, de dar ocupación a nuestros Nacionales para que no se corrompan, como hasta aquí, en una forzosa ociosidad, de surtirnos por nosotros mismos de cuanto hemos menester, y no comprarlo todo de séptima u octava mano, de beneficiar nuestras Minas de Azogue, &c. &c. &c. es un libertinaje, una libertad quimérica, un ente de razón, que la estupidez indiana quiere realizar.

Insurgentes. Algunos de los mismos Europeos han cambiado esta palabra en la de Indulgentes.

Representantes en cortes. Acá se creía iban a un Concilio, en vista de ser los más Eclesiásticos, llenos de Cánones y Teología; pero vacíos (gracias a vuestro maquiavelismo) de ciertos conocimientos económicos, y estatísticos que han corrompido a las Naciones, que hacen el principal papel en el Globo. Dichos Representantes llevaron plenos poderes de sus Provincias para reconocer al Rey de España que resultase Legítimo.

Hombres de bien. Viles autores. ¡Vae vobis, qui dicitis malum bonum & bonum malum!

Se subscribe a este Periódico en la Imprenta de esta Capital por nueve pesos a los Números de todos los Jueves del año; y se admiten subscripciones por cuadrimestres.

——

{a} Ha habido, y hay entre nosotros Españoles de una probidad superior a todo justo reproche. Aquí hablamos de los que han mantenido una correspondencia criminal con el intruso José, de los que se han opuesto a la defensa de la América para facilitar la entrada en ella a los Galos y que han tratado de perpetuar nuestra esclavitud.

{b} Medida era ésta tan esencial y forzosa, que el mismo Alfaro, director del Arzobispo Virrey, mandó colectar un Donativo para surtir de armas el Reino, pero todo ello no pasó de una ridícula farsa, excepto la colección del dinero.

{c} Abominamos la conducta bárbara y atroz de nuestros feroces enemigos que, a sangre fría, y fuera del campo de batalla, cometen los más crueles asesinatos, quitando de este modo toda esperanza de acomodamiento. Si entre nosotros, algunos individuos del bajo pueblo se han propasado a cometer algunos excesos, el Gobierno ha manifestado luego su desaprobación, y ha tomado medidas eficaces para precaverlos.

{d} ¡Qué gloria! qué dicha inexplicable la nuestra de tenernos Dios destinados para uno de los instrumentos del cumplimiento de aquellos oráculos de los Libros Santos: ideo dico vobis, quia anferetur a vobis regnum Dei, & dabitur genti facienti fructus ejus, Math. C. 21. Regnum a gente in gentem transfertur propter injustitias, & injurias, & contumelias, & diversos dolos, Eccl. C. 10 v. 9.)

{e} Sólo un ignorante estúpido dejará de haber advertido que ya estamos disfrutando los efectos de esta Alianza, aún antes de haberla negociado por nosotros mismos: tan enlazada está nuestra independencia con la gloria e intereses de la Gran Bretaña. Hace más de tres meses que principió nuestra Revolución gloriosa, tiempo en que no han cesado de llegar Buques Ingleses a Veracruz. Si aquella Nación sabia hubiera querido auxiliar a los Europeos contra nuestros justos esfuerzos, nos hubiera ocasionado algún perjuicio con sólo dar a nuestros enemigos un Cañón y seis marineros de cada Embarcación, y algunos negros sacados de sus Islas del Seno Mexicano.

[Transcripción íntegra realizada a partir de un original
digitalizado
disponible en la Biblioteca virtual Antorcha]

 

 
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